En este momento estás viendo Mi primera tabla de surf
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La Navidad de mis 15 años fue una que nunca olvidaré, especialmente porque mi padre me sorprendió con el mejor regalo que podría haberme dado: mi primera tabla de surf. En aquel entonces, vivíamos en Mar del Plata, Argentina, una ciudad conocida por sus hermosas playas y sus increíbles olas. El surf era una pasión que había estado cultivando desde que era un niño, y mi padre lo sabía muy bien.

Recuerdo claramente esa mañana de Navidad. Mis ojos se llenaron de asombro y emoción cuando vi la tabla de surf envuelta en papel brillante, apoyada en un rincón de la sala de estar. No podía creer que mi padre me había regalado la tabla de mis sueños. Era una tabla larga, con un diseño colorido y elegante, que reflejaba mi amor por el mar y la naturaleza.

Inmediatamente después de abrir mi regalo, corrí a mi padre y lo abracé con gratitud. Él me sonrió y me dijo que estaba orgulloso de mí y de mi dedicación al surf. Aquel día, el tiempo parecía haberse detenido, y mi felicidad era indescriptible.

No podía esperar para probar mi nueva tabla, así que a pesar del clima fresco de diciembre, convencí a mi padre de llevarme a la playa. Cuando llegamos, el sol brillaba y las olas eran perfectas para surfear. Me lancé al agua con mi nueva tabla, sintiendo una conexión inmediata con ella. Con cada ola que surfeaba, mi confianza y habilidad en el deporte crecían.

Aquel día, mi padre y yo compartimos momentos inolvidables en la playa, y él me observaba con orgullo mientras yo me deslizaba por las olas con mi nueva tabla. Aquella Navidad marcó el comienzo de una nueva etapa en mi vida como surfista y fortaleció aún más la conexión entre mi padre y yo.

A lo largo de los años, mi primera tabla de surf me acompañó en innumerables aventuras en las playas de Mar del Plata y más allá. Con cada ola, cada caída y cada éxito, los recuerdos de aquella Navidad especial y el amor y apoyo de mi padre siempre estuvieron presentes.

Ahora, muchos años después, esa tabla de surf sigue siendo uno de mis tesoros más preciados, un recordatorio constante de la importancia de perseguir nuestras pasiones y de las personas que nos apoyan en el camino. Y aunque ya no la uso para surfear, cada vez que la veo, puedo sentir la emoción de aquel día y la gratitud hacia mi padre por haberme regalado algo más que una simple tabla de surf: la oportunidad de vivir mi sueño y disfrutar del maravilloso mundo del surf.


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